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Dreamer, el secreto de vivir soñando...

Con los pies en el aire...

Con los pies en el aire...

Por un instante, sólo unos leves segundos volvimos al mundo de la infancia. Al mundo de Peter Pan. Ahí, casi sin darnos cuenta, vimos como en el brillo de nuestros ojos se reflejaba el niño que habíamos olvidado, y que dejándonos llevar por nuestra espontanea afinidad, lo habíamos redescubierto simplemente balanceándonos en ese columpio.

Con la sonrisa desenfadada de un niño y notándo el aire golpeándonos en el rostro sentimos la adrenalina rebosar nuestros sentidos, estábamos haciendo algo prohibido, espontáneo, sorpresivo.

Ahí estaban en mi mente, intocables, esos recuerdos de infancia, como si nunca hubiese olvidado que un día fui un niño. El "1, 2, 3, pica la pared", el escudo que revotaba cualquier insulto, la sirena del patio, el olor a bocadillo de nocilla, el ser elegido delegado, los caramelos, las mentiras, los amores platónicos...

Sin duda eramos muy felices, por eso creo que no deberíamos olvidar que una vez, no hace tanto tiempo, fuimos niños. Y que en alguna parte de entre nuestros ceños fruncidos, ese niño sigue existiendo y luchando por no morir. Descubrirlo es una sensación unica, y más cuando tienes el privilegio de redescrubrirlo de la mano de la niña más especial.

Un grito fuerte en pos de la inocencia perdida.

1 comentario

Rebeca -

Sí, así es, fuímos niños no hace mucho tiempo y parece que el paso del tiempo hace que olvidemos esos pequeños grandes detalles que un día nos hacían sonreir y llenaban el hueco más profundo de nuestro corazón de sensaciones que nos hacían sentir especiales. Nosotros lo volvímos a conseguir, juntos, imparables, rememorando esos momentos mágicos que vivimos cuando eramos niños por separado y que a nuestros "casi" 24 años hemos revivido a la par. ¿Te cuento un secreto? Nunca hubiese imaginado que volvería a subirme a un columpio y que podría sentir de nuevo ese cosquilleo en el estómago que hacía tan emocionante ese instante de velocidad, locura, libertad.Me sentí yo misma, sujeta únicamente por dos cadenas de hierro y un trozo de plástico en el que creí no caber...jeje! Sentí miedo, miedo al hacer algo conocido pero casi olvidado por los años. Sentí alegría, alegría al compartir ese momento con alguien que me leyó el pensamiento al atravesar aquel parque, alguien con quien he compartido tantas cosas en tan poco tiempo que incluso resulta increíble que también hayamos vivido esto juntos. Sentí emoción, emoción al hacer una breve regresión en el tiempo, a un tiempo quizás no mejor pero si especial. Sentí que mi alma se llenaba, que mi corazón latia con mucha más fuerza y mucho más rápido, que mis ojos se iluminaban y que mi sonrisa transmitía lo que sentía, sin poder ni querer ocultarlo, una enorme sensación que siempre recordaré, pues estas cosas són de las que te acompañan siempre, sin borrarse de tu mente, pero sobretodo sin desaparecer de tu vida por muchos años que vuelvan a pasar hasta tropezar de nuevo con uno de estos columpios e ir acompañado de la persona indicada que, con una mirada, te diga... Rebeca, ¿volamos juntos? Así que, Carlitos, una cosa más que recordar y, sin duda, tan especial como las anteriores y como las que esten por llegar.