Soñándote en otoño...
Me pregunto en qué medida los sueños son un fiel reflejo de la realidad, o hasta qué punto pueden mostrarte cosas que hasta ese momento aparecían ante ti dudosas o un tanto difuminadas.
La soñé el otro día, mirándome con desprecio, odiándome. La soledad me esperaba en la esquina siguiente en donde ella decidió no andar más de mi mano. Fué un sueño intenso, duro, con sabor a chocolate amargo. Me desperté sintiéndome parte de otro mundo, desolado por haber perdido ese recuerdo tan dulce que ella había implantado en mi piel. Y me desperté con el desamparo que marca la cruda realidad de sentirme nuevamente en manos de la fría soledad.
Al día siguiente la soñé tal y como en mi mente está marcada su esencia, dulce, entregada, pasional. Auténtica.
Pero fué en ese momento, después de soñarla dos días, después de imaginarla en tan distantes situaciones, después de semejante torrente de emociones con los ojos cerrados, sólo en ese preciso instante pude darme cuenta de lo que significaba realmente ella para mí. Alguién capaz de romper mi paz, hacerme reir, llorar, sentir en definitiva.
El destino juega conmigo una vez más, mostrándome oníricamente una nueva carta, un nuevo as en la manga.
Te recuerdo mientras resuenan las gotas de lluvia. Apoyado en la ventana, el reflejo de mis ojos en el cristal antes de mirar a través de él. Las gotas caen con fuerza hasta estrellarse contra el suelo. Dirijo la mirada hacia el cielo cubierto y gris... vuelve la mirada hacia abajo... grandes charcos.
Te siento más cerca, hoy es un paso más. Ya es oficialmente otoño. Bienvenidas las hojas a mi bolsillo y el paraguas de cuadros.
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